"Edison Blas ha abierto las puertas de un imaginario mordaz, inusitado y de una carga plástica suficiente para imponer su más personalísimo sello. Esencia Plástica, su más reciente exposición en la Casa de la Cultura, no es un gabinete de pinturas truculentas –aunque el espectador perciba cierto grado de crueldad, fealdad o una caballeriza de estereotipos tabú– esta serie posee la imantación de una lectura más compleja que bien puede resolverse a penas en el lobby como “un páramo de espejos” bajo el axioma: “la pintura sabe quienes somos”. Desde este punto de inflexión podemos navegar con la tranquilidad del desesperado por toda la obra de Edison Blas sin decaernos ni mirar con tentación romana nuestras límpidas muñecas. Desde este faro en penumbras que primero implosiona y luego se desteta descubrimos algunos hilos negros que conducen al pasajero en la sala a su propio cuarto de guerra cognitivo.

 

¿Sabe la pintura quiénes somos? Entonces Edison Blas ha realizado un ensayo sobre la sutil locura del que mira o disimula su propia ventolera. Esos vientos de cordura al revés ya son tan comunes en la grey que caminar contracorriente es un defecto. Si somos “un páramo de espejos” como parece decir el guión argumental de estas pinturas, ahora se puede cerrar ya la puerta, o mejor, subirse a la barca mientras entonamos al unísono el dantesco estribillo de quien regresó del inferno: «En medio del camino de nuestra vida me encontré por una selva oscura, porque la recta vía era perdida…».

 

Las pinturas de Esencia Plástica asemejan casi todas a tótems, solo que dispuestas en un plano bidimensional. Pueden ser alegóricas si la terquedad nos lleva a encasillarlas a cuentos legendarios como aquel de la tortuga que sostenía al mundo (ahora sabemos que es el becerro de oro a punto de desnucarse). Pongamos por caso la obra Representación de una tumba vikinga en Oaxaca. No solo el título es un perplejo sino el escenario completo cuya verticalidad marca la ruta del desdoblamiento de figuras y situaciones caóticas. Hasta abajo una barca. Olvidemos si es la de Virgilio. Luego peces voraces, ojos enardecidos, alas de quién sabe que aves mitológicas si acaso, más ojos multiplicados y en la coronilla un caballo de mirada ignota. Todo en un azul dramático que nos conduce en su ala delta. Algunas pinturas parecen el resultado accidental de una burbuja de aceite que al reventar refracta la luz y se convierte en un fenómeno plástico lejos de la compostura formal. No obstante, mientras la casualidad sonríe como una musa perdida que enseña por descuido su oscura intimidad, todo es dirigido con brutal delicadeza de quien sabe armar (o desarmar) bien ese páramo donde circula la vida.

 

Con Esencia Plástica Edison Blas marca una hoja de ruta poco transitada en el mercado de arte local donde es preferible el souvenir visual a la obra que enciende un fuego subvertido en nuestro interior y que arroja de vez en cuando por la borda esa bestial monotonía del paisaje pictórico."